jueves, 9 de agosto de 2007

Ecos Perversos 8º poema "El Viaje hacia Nar Mattaru"


Descendimos desde Nanna
con la dama Ereshkigal;
volamos hacia La Isla,
donde oculto está el umbral

Viajamos hacia el sur
de la tierra entre dos ríos;
pues entre las dunas de Ur
se encuentra el portal sombrío.

“¿Estáis dispuesto a morir?”
preguntó mi ángel caída;
pues el pórtico Ganzir
no se atraviesa con vida.

El frío de sus palabras
probaban mi voluntad,
y yo estaba obsesionado
por alcanzar la verdad.

Más su gélida pregunta
inflamó en mi la pasión,
porque ya estoy decidido
a conquistar su corazón.

Respondí con una sonrisa
y volé por el ras del suelo,
batí mis alas deprisa;
llevando la arena al cielo.

En ese desierto escarlata,
encontré una adormidera;
que até a mi cordón de plata
antes de que amaneciera.

Corté su flor con cuidado,
la llené del polvo de Sin,
y se volvió un botón cerrado
llegando la vida a su fin.

Volví con ella al lugar
donde el ángel me esperaba,
en la umbría del oasis
del que nadie regresaba.

Ante el pórtico Ganzir,
ella aguardaba silente;
portando la espada de un ojo,
de hoja fría pero ardiente.

Me dijo: “responde hechicero,
responde cual es tu nombre,
pues siento que eres sincero
y no suelo creerle al hombre”

“Yo soy Azif Al-Dahna
y no temo perecer;
aunque atraviese el umbral
del que no pueda volver”.

“Creí que eras más sensato”,
dijo al saltar sobre mí;
blandiendo furiosa su espada,
haciendo su filo rugir.

Giré raudamente en mi eje,
dejando su ira pasar;
mas vi la tristeza en sus ojos
con dos lágrimas escapar.

Esgrimí suavemente la flor,
que me unía al cordón plateado,
y si ella llegaba a cortarlo…
todo se habría acabado.

“Debo llegar hasta Absu,
para contemplar la verdad,
y escribirla en un poema
que conozca la humanidad.

La rabia creció en sus ataques
y la pena en su corazón;
mas yo desviaba sus golpes
esgrimiendo aquel muerto botón.

“!De qué sirve que te lleve,
al reino de Nar Mattaru,
para hablar con Yog Sothoth
si no puedes salir tú!”.

No pudo matarme de un golpe
y eso azotaba su orgullo.
Yo agitaba una adormidera
y giraba en torno suyo.

Rodeados de columnas,
lidiamos frente a un altar.
Abierto estaba el botón
y flotando el polen lunar.

Cada vez atacó más ágil
y con más fuerte calor;
mas yo pincelaba grácil
el polvo a su alrededor.

No notó la telaraña
que yo le estaba tejiendo,
y siguió mi tauromaquia
mientras yo la iba envolviendo.

Saltó con todas sus fuerzas
para darme un golpe fatal,
y yo tensé el cordón de plata
que atrapaba a Ereshkigal

Sostuvo en lo alto su espada,
con todo su cuerpo amarrado,
y observó maravillada
cuanto yo le había pintado.

Las luces de la mañana
encendieron el polvo lunar,
que formaba una adormidera
que en el aire empezó a brillar.

Las lágrimas de sus ojos
comenzaron a caer,
y la espada entre sus manos
ya no pudo sostener.

Volé suavemente hasta ella,
le abracé de la cintura,
y con mi flor acaricié
sus mejillas con dulzura.

El zumo que se formó
fue un perfume narcotizante,
que su angustia se llevaría
en un sueño tranquilizante.

Me acerqué lentamente a su oído
y en susurro confesé,
un poder desconocido
que de niño cultivé.

No puede el alma de un vivo,
alcanzar un reino de muerte,
sin renunciar a su cuerpo
o que este se halle inerte.

Mi cuerpo yacía durmiente
en una antigua catedral,
ligado con plata a una flor,
sobre el pecho de Ereshkigal.

Con cuidado le acosté
sobre un monstruoso altar,
y su espada utilicé
para llamar a Namtar.

El mago se sorprendió
al ver a su reina dormida;
mas yo le obligué a cuidarla,
para ir con Ninnghizhidda.

Ante el umbral tenebroso,
me planté con seguridad,
y di un alarido espantoso
que resonó en la oscuridad.

Abre el pórtico guardián
que hay un lalartu furioso,
que está ansioso por entrar
hasta el abismo ominoso

El rugido más perverso
desgarró a la oscuridad
cuando se abrieron las puertas
Y bajé a la profundidad.

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