
El altar estaba en llamas
y en la ekklesia todo ardía;
más sus alas me cuidaban
en el crimen de herejía.
Al sentir el calor de su lengua
deslizarse entre mi boca
,descubrí la pasión oscura
que en los suicidas provoca.
He renunciado a la vida,
traicioné a mi amante Ishtar,
por la verdad prohibida
de la reina Ereshkigal.
Es un ángel de la muerte
,mi condena ya es segura,
anhelo su esencia inerte,
mi mal ya no tiene cura.
Tiembla en la catedral,
el placer rompe el silencio,
es hora de la verdad,
comencemos el descenso.
He llegado hasta el final
de lo que un hombre soporta.
En ella envío mi esencia,
a mi carne no le importa.
Libre al fin de mi cuerpo,
a mi alma puedo dar forma;
lustrosas alas de cuervo,
traje de estrellas y sombras.
A bailar en el transepto
me invita con su sonrisa
y como cómplice acepto,
mis alas vuelan con prisa.
Sobre la bóveda ausente,
un rugido se presenta,
con una cúmulus nimbus,
bañándonos de tormenta.
Volamos en nuestra danza
hasta un rosetón partido
y con un relámpago rojo,
nos hemos comprometido.
Subimos con una brisa
hasta el filo del crucero
y ante veletas furiosas
le juro un pacto sincero.
Las campanas centenarias
resuenan con claridad.
Mi cordura se ha marchado
¡Bienvenida la realidad!
He profanado el sagrario
y he robado sin pensar
la hostia y el cáliz sagrado
que hagan mi alma sangrar.
Jamás palabra alguna
conseguiría describir
como vibra un sentimiento,
sin hacértelo sentir.
Arrancaré a las palabras
las fibras de la armonía
y tejeré una telaraña
que se cante en sinfonía.
Habrán de llamarme loco
por mostrar tal osadía
y yo seré un Prometeo
con fuego de poesía.
Para sellar mi pacto,
en busca de la verdad,
le pregunto que desea,
me responde: lealtad.
Entonces que así se haga,
y mientras dure lo eterno,
alumbrará esta verdad
escapando del Infierno.
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