jueves, 9 de agosto de 2007

Ecos Perversos 10º poema "de las Cenizas y el Fénix"


Lucifer y los caídos
bajaron con los humanos
hasta el mundo destruido,
que carbonizó Su mano.

Ante aquella desolación,
se sintieron defraudados;
de darle su amor a Dios,
quien lo había despreciado.

Cada árbol que plantaron,
Su fuego lo incineró.
Cada grano que sembraron,
Su gula lo devoró.

Los océanos y el cielo
ahora rugían salvajes,
y en la Tierra los aludes
desbordaban por Su ultraje.

Miró el Lucero a su gente,
y luego empezó a brillar;
en la lluvia de cenizas,
que todo quería apagar.

Entre esa obscura penumbra,
es el Sol bajo las nubes;
que a todos ellos alumbra,
y que sus ánimos sube.

"Entiendo vuestro dolor,
mas no deben de entristecer.
Si él despreció nuestro amor,
no lo habría de merecer".

"Él asoló nuestro mundo,
sin ser capaz de vencer;
mas saldremos de lo profundo
para hacerlo florecer".

"Él no puede directamente
tocar este mundo finito,
sin arriesgarse a cambiar
Su carácter de infinito".

"La victoria del Señor
está en manos de Su hueste,
que en número es superior,
sin embargo no es más fuerte".

"Nos apartó de la hueste,
y lanzó Sus maldiciones;
mas en este mundo agreste
haremos siete legiones".

"Y aquellos que sobresalgan,
por éxito y devoción,
harán que sus logros valgan
ascendiendo en posición".

Con el más grande destello,
el líder de los caídos,
atrajo hacia él su castigo,
que la Tierra había sufrido.

Su luz se apagó al limpiar
este mundo destrozado,
y cayó convertido en cenizas
en un Edén renovado.

Aquellos que le seguían
creyeron haberle perdido;
pero las brazas ardían,
y llamas habían prendido.

Surgió como un ave de fuego,
el príncipe Lucifer,
a quien llamarían Fénix,
el que puede renacer.

Crearían siete bastiones,
para al hombre proteger;
guardados por las legiones,
que los harían crecer.

El primer bastión formado,
al mando de Lucifer,
cobijó a la legión dorada
en la ciudad del amanecer.

La metrópolis del alba
volaba siempre al oeste,
orbitando la Tierra entre el Sol,
y su luz le opacaba a éste.

La gente que vivió en ella
aprendió de los celestiales
a conocer las estrellas
y los viajes espaciales.

Y fue tal su maestría,
en el campo sideral,
que en el cosmos se sentían
en su ambiente natural.

El segundo bastión creado
fue la ciudad de cristal,
y la legión de diamante
fue su guardián celestial.

Pazuzu era quien reinaba
esta ciudad de los vientos,
que en un torbellino viajaba,
en un constante movimiento.

Gracias a éste gobernante
y a sus maestros aéreos,
muy pronto sus habitantes,
fueron alados y etéreos.

Volaban sobre las nubes,
en completa libertad,
y en el viento sus corazones
latían de felicidad.

Y una legión de acero,
la cual Kingu dirigía,
construyó el bastión tercero
en un volcán que no dormía.

En esta ciudad industrial,
los humanos aprendieron,
sobre el reino mineral,
y se hicieron ingenieros.

Trabajaban y estudiaban,
con gozo y dedicación;
y en su forja daban vida
a cada nueva creación.

Del metal fueron maestros,
y eruditos en la energía;
y en mecánica eran diestros
con las máquinas que hacían.

Azag, Thot y Yog Sothot
gobernaban en Babel,
sobre la legión de Mármol,
en la ciudad del saber.

La ciudad de los pilares,
por otros llamada Irem,
tenía las más altas torres
y las más bellas también.

La intuición de aquella gente
superaba su conocimiento,
y la exaltación de su mente
la hizo guardiana del pensamiento.

Podían ver bien el pasado
y atisbaban el futuro,
y querían saber del hado
para hacer un mundo seguro.

La quinta ciudad fundada,
de un tamaño colosal,
Atlántida fue nombrada
por la legión de Coral.

Los Ángeles Draconianos
de Kutulu y Tiamat
construyeron este reino
del cielo al lecho del mar.

En tritones y sirenas,
su gente se transformaba;
y nadaban con las ballenas
y con delfines jugaban.

Dominaban las corrientes
y los secretos del lugar,
y su atolón continente
era el gran faro del mar.

El sexto de los bastiones,
en un bosque primordial,
lo fundó la Legión de Roble
y su líder fue Shub Niggurath.

De los sabios celestiales,
aprendieron los humanos;
a cambiar en animales,
y cuidarlos como hermanos.

Cantaban con tal hermosura,
en medio de las cañadas;
que en la mágica espesura,
se convirtieron en hadas.

Como ninfas y como faunos,
bailaban alegres canciones,
celebrando cada año
el pasar de las estaciones.

Y la Legión de Marfil,
bajo el mando de Ereshkigal,
creó el último bastión
en el mundo espiritual.

En esa ciudad guardarían
las almas del hombre mortal,
que descansando esperarían
el momento de reencarnar.

El primero que allí vivió
era un niño abandonado,
a cuyos padres la guerra
en dos bandos había alejado.

En ellos representaba,
del amor amargo recuerdo,
y era tal el amor a su fe
que jamás llegarían a acuerdo.

En el desierto escarlata,
a su amor quisieron dar fin,
y a su hijo lo ofrendaron
ante el Pórtico Ganzir.

Se marcharon con el viento,
sin volverse a contemplar;
mas sus tristes sentimientos
conmovieron a Ereshkigal.

El ángel tomó a ese niño,
y le nombró Azif Al Danha;
que es el nombre del viento
que sopla en aquel lugar.

El niño creció entre ángeles,
y en el reino espiritual,
aprendió a dar forma a su alma
sólo con su voluntad.

De su hermosa salvadora,
con pasión se enamoró;
y su amor era tan fuerte,
que ella le correspondió.

Comprendí en aquel instante,
que en esos siete bastiones,
la fe de sus habitantes
daba fuerza a sus legiones.

Fue una época dorada,
de magia y prosperidad,
en que el Hombre con sus deseos
buscó la felicidad.

La guerra entre celestiales
fue una lucha filosofal,
con sus armas conceptuales
en el plano material.

He reencarnado mil veces,
y ahora logro recordar,
que mi alma estaría ligada
por siempre a la de Ereshkigal.

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